Estas últimas semanas he visto un montón de series…
No me podía perder el cierre de Ash vs Evil Dead, que supongo que ha sido suficiente para la serie B de carnaza y humor cuestionable que con la tontería me ha tenido entretenido unos cuantos días. Al parecer también han cancelado X Files y es que, aunque sigue teniendo episodios sensacionales, la trama de fondo está bastante desgastada… Al final me pasé media serie buscando referencias arqueológicas, porque alguna había. De vez en cuando tengo ganas de disparos y la vuelta de Strike Back se merecía unas cuantas horas de mi vida. Es terriblemente mala, no porque sea mala o la trama haya perdido gracia, sino porque es una mera trasposición de la receta original con más mujeres. Suerte que al final volvieron Scott y Stonebridge a pegar tiros en un anfiteatro romano y su museo…
También he visto una serie de espías un poco particular; Counterpart. Ambienada en Berlín, tras un desdoble espacio-temporal en los 80, vivimos con dos mundos paralelos que no se llevan muy bien. No os cuento más y os la recomiendo, que no me da la cabeza para una crítica profunda. Espero con ganas la segunda temporada. Starz sigue trayendo calidad.
Y no podía perderme el remake de Lost in Space… porque la publicidad de Netflix no ha parado hasta que la he visto. Sinceramente, no recordaba mucho de los pocos capítulos que vi de la vieja, pero quitando lo bonita que la han dejado y lo chulo que es el robot comparado con el otro, me parece demencial, de mala. Familia de tontos, perdidos en el espacio. Actores que ni fu ni fa y una mala que realmente no tiene mucho sentido. A pesar de todo la seguiré viendo, porque es entretenida y me saca de quicio. Y porque ha tenido un toque arqueológico que me ha gustado. Hay un momento ‘cave art’ en el que toda la familia (incluído el robot) deja su marca en la cueva. Especialmente después del proyecto de pintadas que he estado haciendo con Elena en Atenas hace un par de semanas, me interesa especialmente esa necesidad de dejar nuestra marca, el ‘he estado aquí’ y todo lo que ello conlleva existencialmente. De esto os hablaré pronto, que tenemos que ordenar ideas aún. En fin, que no os perdéis nada si no la véis, pero es una de esas series en las que no hace falta pensar. No me apetece hacer una crítica negativa hoy.
Pero esta entrada es para una miniserie policiaca británica; Collateral. No puedo evitarlo… son unos genios. Un día de estos os voy a hablar de Rellik (otra producción genial), pero hoy me centraré en estas cuatro horas tan bien hechas que me han dejado satisfecho por primera vez en muchas semanas. La premisa es sencilla: una noche cualquiera matan a un repartidor de pizza en lo que parece un asesinato planificado. ¿Error? ¿No? La investigación policial va llevando poco a poco a una trama sobre tráfico de personas, inteligencia (de la de los espías) y juego sucio que termina como tiene que terminar, de forma realista.
***A partir de aquí empiezan los SPOILER***
El muerto parecía un error, porque ese reparto le correspondía a otra perona, pero no lo era… Parecía un refugiado sirio, pero no lo era… Ahora que los refugiados iraquíes no cuentan como tales, todo el mundo quiere ser sirio (dicen en un momento). Pero no es solo eso. La trama de personajes está bien enlazada. Un congresista socialista y su ex adicta, una cura lesbiana con su novia inmigrante ilegal de Vietnam, un espía británico con el que creyó ser un buen plan pero no, un Mayor del ejército tan asqueroso como el que más, una capitana trastornada, una turca infiltrada, un empresario sin escrúpulos… pero sí, es una serie de policías con una ex-maestra recién ascendida a inspectora que resuelve el caso a medias con muy buenas formas.
La verdad es que no sé bien ni por donde empezar. Por un lado, una tendencia interesante es el nuevo rol de las mujeres, más visibilizado si cabe desde el #MeToo. Es rara la serie donde no juegan un papel mucho más prominente de lo que podían ser las series (este tipo) hace escásamente cinco años. Además, en este caso son mujeres de muy diferentes perfiles y diría que mucho más realistas. En algún sitio leí que el problema eran los hombres escribiendo papeles de mujer… aquí tenemos a una mujer, S.J. Clarkson dirigiendo a un elenco que (como siempre en el panorama británico) es excelente y da mucho de sí. Hay muchos detalles en esta línea. La inseguridad de la asesina, la situación de su madre, la homosexualidad de la cura, la compatibilidad del embarazo con trabajos de riesgo, el acoso, etc. Pero incluso en los papeles más ‘neuróticos’ que podrían parecer estereotípicos, el toque es diferente. Así, el personaje de Billie Piper, una mujer completamente desquiciada, separada de un político y con dos hijas a las que apenas cuida, se centra más en sus adicciones derivadas de diferentes traumas (consume cannabis, apuesta…) y en la contravictimización que le hace su ex marido… tiene un momento en el que le dice algo así como que no es la única que ha crecido en un ambiente de guerra y ha perdido a sus padres, y el resto no han dilapidado su herencia en adicciones para suplir sus miserias. En definitiva, que se nota algo diferente.
En líneas generales no cabe duda de que esta serie, producida en Estados Unidos, habría tenido 13 capítulos innecesiamente alargados, con una trama abierta para una posible segunda temporada y, sin duda, mucho más plana. Y tal vez eso es lo que le da más calidad a las producciones británicas (y algunas nuevas producciones en otros rincones del mundo, también Estados Unidos); que se trata de historias cerradas, sin pretensiones, con inicio y fin, en 4, 6 12 o 30 capítulos, centradas más en la calidad del contenido que en la continuidad del producto. Menos capitalistas podríamos decir…
La oportunidad del argumento es, en todo caso, sensacional. La polémica sobre la homosexualidad en la iglesia… incluso en un contexto en el que los curas anglicanos pueden tener pareja. Pero, sobre todo, el de la inmigración y las redes de tráfico de personas, en este caso mezclado con una operación encubierta del servicio secreto británico para identificar terroristas en su camino a Europa. Como comenta el espía al final… la mejor idea y la mejor operación que habían puesto en marcha. Salvando miles de vidas. Pero, ¿a qué precio? Los daños colaterales de la operación (de ahí el título) son irreparables. Tres muertos, con diferente grado de inocencia. Con diferentes problemas que les han llevado a estar donde están, frente a gente sin escrúpulos que juega con los seres humanos como peones de ajedrez. Realidades del día a día, con sus respuestas y la impotencia de un sistema que parece no tener retorno. Incluso ese guiño al Brexit en el ‘hotel’ donde los inmigrantes esperan a ser deportados y cada día es una victoria.
No puedo escribir mucho, pero creo que no hace falta escribir más. Ha sido la serie del mes para mí. A ver qué tal la próxima.