Llevaba mucho tiempo deseando leer este libro. Creo que no me había pasado desde hacía años. Con esto de vivir fuera me era un poco difícil comprarlo, así que este verano aproveché para hacer acopio y un poco de gasto a Amazon. Compré varios libros, supongo que alguno de ellos acabará también aquí, y me dispuse a hacer la maleta. Cual sería mi sorpresa cuando me di cuenta de que había comprado Patria en portugués.

— No pasa nada. Al fin y al cabo no he hecho más que llegar de Lisboa y he podido hacer las entrevistas en portugués sin mayor dificultad.

— Tú eres tonto, hijo.

— Que no, en serio. Además tengo que aprender gallego para el informe final y esto me viene bien para hacerme a la idea.

Lo siguiente fue compartir mi heróica hazaña con varias personas en Whatsapp. Casi todas las respuestas fueron muy similares, acompañadas de un largo «jajajaja». Cuando me justificaba con eso de aprender gallego, mi amiga Arancha me tiró, y con razón, de las orejas. Pero el mal ya estaba hecho, la maleta cerrada y yo camino de vuelta a Grecia. Para continuar la tradición de lectura en el avión, me lo llevé por primera vez hace unas semanas a Dinamarca y no me decepcionó en absoluto.

Jugando con la luz en la ventanilla antes de empezar… ¿Por qué no vi la tilde?

Lo primero que tengo que reseñar es que, a pesar de ser una lectura cómoda y agradable (en el sentido estilístico) incluso en portugués, no podía evitar poner acento gallego en mi cabeza hasta bien entrada la historia. En principio no debía ser un problema, pero para una historia que sucede en el País Vasco, el acento gallego no pega y resulta incluso cómico. No me preguntéis por qué, es solo una impresión.

En cualquier caso, me puse a leer con ganas. Porque un libro tan largo las requiere. Y lo primero que me llamó la atención fueron los capítulos cortos, lo cual se agradece. Lo segunto, el entrelazado de historias entre los diferentes personajes y los diferentes momentos, que te van poco a poco poniento en situación y en antecedentes sobre un argumento más complejo de lo que en principio podría parecer. Eso sí, según te acercas al final hay algunas historias que habrías agradecido más cien páginas antes, no por saber lo que pasó, sino porque llegado a ese momento la historia que realmente te interesa está más clara.

La premisa de partida es sencilla: País Vasco, fin de ETA. La historia también: dos familias, un conflicto y sus consecuencias para todos sus miembros. La narración es algo más enrevesada, pero nos transporta al momento exacto para ir entendiendo lo que Aramburu quiere que entendamos. Ahora bien, no sé si será por el portugués, pero tengo que reconocer que en algunos casos me cuesta situar algunas de las microhistorias en su marco temporal, que (sin arruinar el libro, todo el mundo lo sabe) sucede antes y después del asesinato a manos de ETA de uno de sus protagonistas. A partir de ahí hay momentos muy claros, an el presente, o los años 70-80, pero en algunos caos, no se sabe bien si lo que se está narrando cae en un momento u otro, y hay que hacer un ejercicio mental importante para saberlo. Realmente tampoco es que afecte a la historia en sí… simplemente se hace más complicado, especialmente leyendo el libro a ratos distantes en aeropuertos y aviones.

Lo puedo decir claramente… Es un libro excelente y necesario.

Y lo es, principalmente porque ataca una temática tan compleja y aún conflictiva como el proceso vasco y el terrorismo de ETA desde una multiplicidad de posiciones que enriquecen sin igual la idea que uno se puede hacer de lo que pasó (y pasa). Los que lo hemos vivido en mayor o menor medida, conciendo ciertos aspectos del conflicto y la realidad vasca, podemos identificar sin dificultad a personas, momentos, situaciones, vividas u oídas, que nos acercan sin duda a la trama. No sé dónde está la tierra en la que sucede la historia (seguramente porque utiliza esa figura metafórica que nos coloca en ningún pueblo y en todos), pero el entorno es bien conocido.

Ahora que tenemos una generación joven que no sabe lo que supuso ETA y ha normalizado muchos discursos y episodios, no está de más contar con obras como esta, que lejos de tratar de hacer una revisión histórica o crítica, ayudan simplemente a entender por qué y cómo se desarrollaron muchos acontecimientos. Desde el odio de determinados sectores a la compasión, el recelo, la connivencia o el amor. Decenas de sentimientos que se entrecruzan en la complejidad del día a día.

Todos hemos sido víctimas de ETA, y víctimas del Estado. La política es así. Es fácil justificar a unos y a otros desde las diferentes posiciones en las que nos podemos encontrar, pero lo difícil, y tal vez ese es el principal valor que tiene este libro para mi, es ser capaz de empatizar con todas esas posiciones y cerrar el libro con las ideas más claras que antes.