Han pasado dos meses y medio desde la última entrada en el blog. Recién aterrizado en el pueblo para unas merecidas vacaciones al fresco y algo de relax, hice una entrada sobre el comienzo de mi ciclo de ciencia ficción para este año. Un ciclo largo que me he ventilado en pocas semanas y que bien podría complementar con algunas de las cosas que he visto también en las horas muertas en las que ya no me apetecía leer. Lo audiovsual lo voy a dejar de lado porque, ciertamente, estoy en un momento en el que me llenan más las palabras y no he visto nada que realmente me haya cautivado. ¿Ha terminado la edad de oro de la televisión? O se nos rompió el amor de tanto usarlo como diría la Jurado.

Lo cierto es que desde que volví del pueblo no han sido unas semanas fáciles. Me ha costado concentrarme para trabajar (supongo que porque mi subconsciente me recuerda que estoy en el paro) y, sobre todo, para escribir. Apenas he podido terminar algunos compromisos y, aunque algo dentro me pide sentarme delante del teclado, no es para redactar papers académicos. Supongo que el último artículo con Ignacio sobre Vox y su uso torticero de la historia en el International Journal of Heritage Sciences me ha dejado satisfecho (copias gratis, aquí).

Parte de la culpa del bajón de estas semanas lo tiene la propia situación del mundo. La escalada de violencia en Palestina o Afganistán, los devastadores incendios del Mediterráneo, el ascenso de la violencia motivada por odio y los que la alientan en todos los medios en nuestro propio país, o la Covid que no se va, me llevan a ser pesimista con respecto a un futuro cada vez más incierto para nuestra especie en el que el capitalismo ultraliberal voraz que nos mueve va a terminar con todo, siempre con el beneplácito de esta sociedad cada vez más egoísta y crispada en la que vivimos. ¿Normal deprimirse? Supongo que tanto como tratar de evadirse en otros futuros y en las historias que nos cuentan, aunque a veces tampoco sean especialmente prometedores.

Tras el miniciclo de pioneros, me puse a leer algunos clásicos y otros trabajos más recientes. Diez Planetas, de Yuri Herrera me dejó un poco indiferente. Dormir en un mar de estrellas, de Christopher Paolini, me enganchó como si estuviese viendo una superproducción de Hollywood de las buenas, aunque tengo sentimientos encontrados con el final. Palestine +100 me gustó mucho, más sin duda que Iraq +100, muy por debajo en todos los aspectos. Son dos compilaciones de relatos que tratan de imaginar un futuro 100 años después del Nakba o la ocupación respectivamente. El primero es muy bueno y la mayoría de las historias me gustaron, con un par sobresalientes. Del segundo apenas destacaría la del editor y una o dos más. Friday Black, de NKAB (paso de escribir el nombre entero, está en las etiquetas), me dejó un poco consternado y decepcionado. Tenía buenas críticas y, sin duda, algunas de las historias son buenas, pero en el global del libro no sabría bien qué decir. ¿Recomendable? Si te gusta el gore o estás tratando de leer perspectivas que no sean tan blancas. La perla ha sido Ted Chiang. Ambas compilaciones (Stories of your life and others y Exhalation) son una auténtica delicia, y casi todas las historias son sublimes. Arrival me había encantado y su relato es genial, pero no lo pondría ni entre los cinco primeros de la veintena que hay entre los dos volúmenes. Es un genio.

Los clásicos me decepcionaron bastante… La Trilogia de la Fundación de Asimov es un libro muy entretenido que se lee con ansia, no lo niego. Pero me esperaba algo diferente, menos de su época. Menos estereotipado y misógino. A pesar de todo, no niego que es una lectura obligada y tengo ganas de leer algo más de Asimov. Lo mismo me pasó con Le Guin y Los Desposeídos. Tanta crítica positiva le levanta a uno las espectativas demasiado. No dudo tampoco de lo genial del argumento, e incluso de lo entretenido del libro. Ahora bien, no sé si haría una lectura diferente de lo que plantea por muy buenas que fueran sus intenciones. De nuevo, lectura obligada y con ganas de leer más cosas suyas. Me gustó más Parentesco, de Butler y sus viajes en el tiempo a la cruda vida de esclavitud en los Estados Unidos del siglo XIX. Otra autora de la que quiero leer más. Solo con ellas tengo ya material para otro buen ciclo de ciencia ficción.

La rareza llegó con Bordes, un prehistoriador francés que estudiamos a fondo los que nos dedicamos a la arqueología, aunque ya no me acuerde de casi nada de todo aquello. Resulta que con un seudónimo (Francoise Carsac) se dedicó a publicar novelas de ciencia ficción para jóvenes. Solo encontré una en inglés, pero sale en unas semanas un volumen dedicado a esta faceta de su vida en Francia y me quiero hacer con él. No voy a negar que su novela (The city among the stars), más allá de lo plano del argumento, me pareció entretenida (y muy francesa).

Cuando acabé con estos, leí un par de cosas más mientras me llegaban los libros del ciclo griego con el que ando ahora, pero tampoco merece la pena mucho reseñarlos… espero que no pasen otros tres meses hasta que vuelva, porque además el otoño viene cargado de nuevas.