Empiezo a leer en el tren, camino de Gatwick…

Después de Frankenstein in Bagdad me apetecía probar algo más de literatura oriental. Así que me pasé por Waterstones y me puse a mirar lo que tenían en las mesas. Penguin no suele editar mucha paja, menos si se trata de un libro proto-premiado como este. Así que pensé: si tiene que ver con el drama de los refugiados, igual está interesante. ¡Vamos allá!

Moshid Hamid es un escritor pakistaní de bastante éxito. Esta es su cuarta novela y parece que lleva el mismo camino de las anteriores. He de decir que no me extraña. Al principio su prosa me parecía un poco pesada. No pesada en el sentido tradicional de frases interminables y pomposas, sino todo lo contrario. En ocasiones se pasa de frases cortas y de enumeraciones, pero pronto te acostumbras y parece que no está tan mal. Y no está tan mal porque la historia te atrapa. Efectivamente se trataba de una historia de refugiados, pero realmente era una historia de amor y de desamor.

Nadia y Saeed viven en una ciudad sin nombre de un país sin nombre (por ejemplo, Aleppo en Siria), donde un día las cosas se ponen feas; donde unos tipos malos sin nombre (por ejemplo, Daesh) empiezan a hacer la vida imposible después de una guerra civil un tanto traumática. Ella es una mujer joven, liberal, que no encaja en el modelo cultural más conservador. Él es un hombre joven, más conservador, pero perdidamente enamorado de ella. Como en una clásica historia de chica conoce chico, comienzan a salir, con los tapujos que la religión marca, hasta que un día tienen que tomar una decisión sin vuelta atrás.

***SPOILER ALERT***

En este punto llega la magia. Parece que estos toques de fantasía están de moda en la novela de la zona. Pero más que magia, yo diría que Hamid utiliza simplemente una metáfora que solo omite el camino. Unas puertas mágicas que te llevan a otros lugares. La primera vez que lo leí, me chocó. Incluso pensé que no estaba entendiendo la frase, pero sí, hay puertas mágicas y a ellos les llevó a Mykonos. Y allí comnzó la verdadera aventura. El rechazo, las penurias, la buena gente siempre dispuesta a ayudar y una nueva puerta…

Esta vez, Londres. Una casa de las buenas, de las vacías, como si criticase el absurdo boom inmobiliario de la capital británica y sus miles de casas de alto caché desocupadas por sus ricos dueños. Cuando el Reino Unido quiere cerrar sus puertas ya es demasiado tarde y parece que el barrio se ha llenado de gente malvenida y que debería hacerse limpieza, pero no se ve bien en la prensa y las cosas no llegan a más. O llegan, pero de otra manera. Y les cortan la luz, el agua, la vida, hasta que el contrabando tampoco es suficiente por las pocas puertas que quedan abiertas y encuentran una solución. Una suerte de trabajos forzados para construirse una nueva casa y tener una vida en el gueto. Este apartado tan distópico queda bien en un contexto proto-Brexit y te hace pensar hasta qué punto serán capaces de conseguir lo que buscan, o no. Hasta qué punto un inmigrante australiano será tratado igual que uno senegalés, o sirio, o español. Aunque si leemos el periódico estos días, nada pinta bien sino todo lo contrario. Para nadie, para todos.

Pero los protagonistas siguen su camino hasta California y allí se tuerce todo, o empieza de verdad. En paz, en armonía, sin amor, pero con cariño, con nuevos sueños y una vida en la que aquellos días de embriaguez en su ciudad natal parecían el pasado más remoto.

El libro me chocó. Y con él la futilidad de todo lo que nos rodea, tanto lo material como lo inmaterial. Y pensando en ello llegué a la conclusión de que ese sobreusado «carpe diem» realmente tiene un sentido. Y que tal vez deberíamos aprovechar lo poco que tengamos y disfrutarlo, porque puede que mañana ni siquiera nos acordemos de ello. Y que tiene narices que termine de escribir esta entrada con un estilo tan parecido al del libro porque, aunque me cargaba mucho, es jodidamente pegadizo.

PD

Después de éste han caído otros dos libros:

The Refugees, con historias de vietnamitas yendo y viniendo a Estados Unidos desde la posguerra. Un capítulo, una historia. Un montón de vidas bien narradas que te acercan a la integración de una comunidad en la que el trauma de la guerra sigue presente, por un lado y por el otro. No me emocionó, pero estaba muy bien escrito.

Two sketches of disjointed happiness, con una historia de «y si» que comienza en Port Bou, con un teléfono en el fondo del Mediterráneo y termina en Sevilla, con un protagonista un tanto estupido que no sabe bien qué hacer con su vida. No sé si por millenial o simplemente por imbécil. No me puedo sentir identificado con él, pero un guantazo se merece en más de una página. Al menos cita a Benjamin jajajaja