¿Alguna vez habéis echado de menos esas campañas de verano donde realmente nos lo pasábamos bien haciendo arqueología? Ahora imaginad que es un trabajo que tenéis que hacer principalmente solos en un pueblo perdido de la mano de dios y con la mera compañía de un joven restaurador que anda a lo suyo y los mezucones del pueblo…

Antes de empezar a leer en el vuelo de vuelta a Madrid desde Atenas

Eso es A month in the country, la novela de JL. Carr que llevo años queriendo leer, y que no he podido disfrutar hasta hace bien poco. Y la he disfrutado, porque está narrada con un inglés precioso y encierra una pequeña historia sensacional que recuerdos y morriña sobre el primer trabajo de un restaurador en una capilla en la campiña inglesa. No me creo que hiciese tan buen tiempo, pero por lo general da la sensación de que el propio Carr había vivido realmente todo eso.

El argumento es muy sencillo… un joven restaurador acepta su primer trabajo para sacar a la luz un fresco en una capilla. El pequeño pueblo ofrece poco más que la compañía de un arqueólogo que trabaja fuera de la iglesia y sus fantasías con la esposa del predicador. Narrado en primera persona con los recuerdos del protagonista, no tenemos que esperar mucho más. Viene a ser básicamente eso, recuerdos.

Obviamente es un libro que quise leer por su relación con la arqueología y para encontrarnos a principios del siglo XX [se desarrolla en esos años de entre guerras], resulta bastante profesional y muy de acuerdo con el proceso en la época, incluso hoy.

No os voy a contar más… si podéis leedlo, o ved la película con Kenneth Branagh y Colin Firth, que se rodó en 1987. Conscientemente quise verla después y lo cierto es que en mi cabeza sucedía casi como en la película. Gran adaptación: