Son las nueve y en el primer descanso de la mañana abro el periódico mientras paseo de la terraza a la puerta… nueve pasos de ida, nueve de vuelta, que cuando uno está concentrado en pensar o en leer o en cualquier otra cosa, me ayudan a andar una media de tres kilómetros por día sin salir siquiera al pasillo. Parece desesperante, pero uno se acostumbra a todo y es un buen momento para muchas cosas. El caso es que entre las noticias veo una sobre un juego relacionado con las fake news.
In Bad News, you take on the role of fake news-monger. Drop all pretense of ethics and choose a path that builds your persona as an unscrupulous media magnate.
Así empieza la descripción
Está pensado para personas jóvenes entre 15 y 35 años, así que he hecho trampas… pero merece la pena. Son un grupo de investigadores, periodistas y demás, de diferentes sitios de Europa, pero con base en La Haya, y se basan en herramientas digitales de aprendizaje para luchar contra la desinformación a la vez que aprenden más sobre nuestra madurez en torno al tema.
Su aproximación es sencilla. Basándose en la teoría de la inoculación, consideran que crear fake news ayuda a reconocer fake news. Y así nace el juego.
Pero lo más importante son las seis reglas de la desinformación:
- Suplantación: Hacer creer a otros que eres una fuente creíble usando medios que parecen los de fuentes creíbles.
- Emoción: O usar emociones primarias para mover a la gente. La base del clickbait.
- Polarización: Explotando al enemigo común. Ese otro fácil de enfrentar como puede ser el gobierno o las grandes corporaciones.
- Conspiración: Porque tendemos a creer fácilmente que existen este tipo de tramas por encima de razones sencillas.
- Descrédito: Atacando a las fuentes creíbles y sus herramientas con todo el peso de las anteriores.
- Troleo: Palabra que ya se ha quedado en nuestro diccionario y que siginifica dar por saco con tu banda de tontos.
Si has legado hasta aquí: JUEGA
El caso es que todo esto es algo que me viene interesando desde hace mucho tiempo y que de algún modo adelanté, aunque sin tanta gracia, en un trabajo sobre pseudoarqueología hace unos años. Algo que me ha gustado del juego es que la única referencia a la arqueología, en la parte de las conspiraciones, te lleva a perder credibilidad de forma asombrosa… ojalá fuera cierto.
Con las herramientas que nos da el juego, podemos ver que esto que ahora llamamos desinformación y fake news, son estrategias que las pseudociencias vienen utilizando desde hace décadas para colocarse por encima de la ciencia seria. También en arqueología.
Cualquiera que haya visto el canal Historia, en sus programas sobre extraterrestres habrá encontrado supuestos arqueólogos. Si se hace un ‘fact check’ de esta gente, muchos de ellos no tienen ninguna titulación ni experiencia en la arqueología real, la de todos los días, ni siqueira la académica. Son simples aficionados al pasado que persiguen mitos o buscan tesoros por beneficio personal y suplantan a un profesional. De hecho, ahí está la clave… la emoción que generan sus discursos es cercana, porque apela a temas e iconos incrustados en nuestro más profundo creer. Las teorías conspiranóicas son la base de estas creencias y se basan en el descrédito de los profesionales y la polarización de posturas. «El gobierno no quiere que sepas y los arqueólogos lo tapan». Y cuando se intenta razonar con ellos, porque tienen presupuestos bastante irracionales, emocionales, la respuesta es el insulto directo, el troleo de sus redes. Os invito a que repaséis cualquier caso controvertido en pseudoarqueología y que identifiquéis estos temas. O que veáis un episodio de los alienígenas ancestrales, que los cumple todos sin contraparte.
Pero como decía en mi viejo blog con la fábula de Espinete… sus evidencias se sustentan en una causalidad tan frágil que la mayor ocurrencia que se os pase por la cabeza tiene el mismo fundamento científico y la misma refutabilidad que las suyas… Charlatanería al servicio de la desinformación, que ayer nos hablaba del pasado y hoy nos habla de la Covid-19.